martes, 31 de marzo de 2009


RAUL     QUERIDO


Gracias por la democracia, la libertad, el fin de la censura, el juicio a las juntas, la paz con Chile, el divorcio vincular, la Corte de Carrió, el Mercosur. Y en términos más personales, gracias por tantas enseñanzas, tanta generosidad... 

Me gustaría compartir algunas recciones por la muerte de Alfonsín de algunos amigos de Yale University, porque me parecieron sinceras y profundas.
 
Recién recibí un email de Sam Ferguson, estudiante de Derecho de Yale, que está escribiendo un trabajo muy importante sobre justicia transicional en Argentina. Lo cito:

"Amigos,

I just read the sad news.

I must say, I don't think I've ever been moved quite as I am now over the death of a politician, American or otherwise.  In many ways, Alfonsin represented what a politician should be: guided by principle, intellectually curious and honest.  Certainly, he made mistakes, and we may need another generation before he can be adequately judged.  Did he handle the economy appropriately?  Did he strike the right balance between amnesty and prosecution?  Did he expend too much political capital attempting union/labor reform, at the expense of other issues?

But I think a Los Angeles Times editorial published just after his inauguration in 1983 put it best, when it said "if politics is the art of the possible, Argentina has just expanded what can be accomplished."  He was a politician that not only Argentina should be proud of, but the entire world, and it is a sad, sad day.

The Argentines who hosted us during the linkages program were fortunate enough to arrange an interview for us with Alfonsin at his home in Barrio Norte.  I will never forget that Alfonsin devoted a large portion of that meeting to discussing John Rawls with us.  It was a stark contrast to our own leader at the time, who once said that his favorite philosopher and source of inspiration was Jesus.

Un abrazo,

-Sam"

También Owen Fiss tuvo un pensamiento que vale la pena citar: "He guided the nation at a time of need and his work will stand as a monument to the cause of human rights the world over. I, and all my colleagues at Yale, join you in mourning the death of President Alfonsín, but hope that you and all the Argentine people can take pride in all his accomplishments. They are truly extraordinary. His was a life worth living."

Y Bo Burt mandó el siguiente mensaje: "Alfonsin was a courageous man.  Historians in the future will value him more highly than many of his contemporary citizens in Argentina.  It is a shame that his vision and his commitment to democratic values did not take firmer hold during his presidency; but he was instrumental in moving your country into a better place." 


Mis amigos escriben en todos los frentes. He aquí el último libro de Leonardo Pitlevnik, una novela mágica, finalista del Premio Emecé 2008. 



martes, 3 de marzo de 2009

Un diálogo sobre las formas con Lucas Grosman.

Ayer leí un artículo de mi amigo Lucas Grosman en La Nación.

Lucas propone un test para distinguir las formas de protesta tolerables de las que no deberían ser permitidas, basado en un análisis de las formas de la protesta en cuestión, con prescindencia de cuán simpático/antipático nos parezca el fondo del reclamo.

El planteo, con toda su prolijidad académica, no me convence. El problema principal es que, si no me equivoco, este planteo no deja lugar alguno para la desobediencia civil. Mi pregunta para Lucas es, entonces,

"Si el planteo es compatible con admitir acciones de desobediencia civil (como lo hacen todas las teorías corrientes de la democracia) ¿cómo se acomoda esa permisión con un enfoque centrado exclusivamente en las formas?"

Respuesta de Lucas 

Una regulación de la protesta que se concentra en las formas significa, simplemente, que algunas formas de protestar están permitidas y otras prohibidas más allá del contenido de la protesta. Ahora bien, ¿es posible que alguien quiera realizar actos de desobediencia civil que de hecho contraríen las formas establecidas? Por supuesto, no solo es posible, es inevitable. La esencia misma de la desobediencia civil, según se la entiende habitualmente, es violar la ley, aunque de manera pacífica. De allí que pretender regular la protesta de forma tal que la desobediencia civil no esté prohibida es contradictorio o autofrustrante: el desobediente civil pretende, precisamente, hacer algo prohibido; esa es su protesta.

Siguiendo esta línea de pensamientos, se podría dar una situación bastante curiosa. Imaginate que la persona encargada de regular la protesta social cree que la desobediencia civil no debe ser prohibida: esto obligaría al desobediente civil a tratar de anticiparse constantemente al regulador para realizar actos prohibidos, pero el regulador, impasible, sistemáticamente se los permitiría. Se trataría de una carrera hacia la ilegalidad sin final predecible.

Réplica mía

Mi pregunta no era acerca de los deseos eventuales de alguien a protestar a través de la desobediencia civil ("¿es posible que alguien quiera realizar actos de desobediencia civil que de hecho contraríen las formas establecidas?") si no cómo debería reaccionar el estado, desde tu perspectiva.

 Afirmás que "pretender regular la protesta de forma tal que la desobediencia civil no esté prohibida es contradictorio o autofrustrante: el desobediente civil pretende, precisamente, hacer algo prohibido; esa es su protesta."  No estoy seguro, tal vez en ciertos casos, los desobedientes quieren desafiar a la autoridad porque creen que ésta está actuando fuera de la ley. Cuando Rosa Parks, por ejemplo, se negó a ceder su asiento en el colectivo desafiando la segregación racial, su abogado podría haber alegado que ella no estaba violando la ley, ya que las normas segregacionistas eran inconstitucionales. 

 Pero aun suponiendo que tenés razón al respecto, es decir que Rosa Parks quería violar el derecho, ¿no creés que un juez debería distinguir esa violación del derecho de otras? Suponete que junto al caso de Rosa Parks el juez enfrente el caso de otra persona que se niega a ceder su asiento, por ejemplo a una persona embarazada, y que ambas conductas (negarse a cederle el asiento a un blanco, negarse a cederle el asiento a una mujer embarazada) tengan la misma pena. ¿No debería el juez distinguir al momento de resolver entre las dos conductas, las que, formalmente, son idénticas?

Gracias de nuevo,

Marcelo


Segunda Respuesta de Lucas

Marcelo:

Bueno, cuando yo señalaba que el desobediente civil procura incumplir alguna ley para producir un efecto simbólico, lo hacía precisamente pensando en que eso debía ser relevante para analizar qué actitud debería adoptar el Estado al respecto (por aquello de que sería autofrustrante autorizar la particular forma de protesta que el desobediente eligió cuando lo que quiere es violar la ley.)

Vos planteás que el desobediente quiere desafiar a una autoridad que según el desobediente está actuando en contra de sus propias leyes. Pero esta parece ser la regla, no la excepción (es decir, no sería algo peculiar de la desobediencia civil): te diría que en todos los casos de piquetes el piquetero cree que le asiste no solo la razón sino también el derecho. En algunos de estos casos, el piquetero tiene razón y en otros no. Lo que yo propongo, justamente, es dejar de lado eso. Es decir, concentrarnos en la forma que eligió para reclamar y no en la sustancia del reclamo. Ahora bien, ¿qué pasa si en un caso concreto el reclamo es justo –efectivamente la ley lo asiste— pero la forma elegida es contraria a las normas generales previstas para la protesta? Todo reclamo justo debe ser atendido, pero también debe ser planteado de la forma correcta. Claro que esto presupone que exista tal forma, es decir, que haya procedimientos accesibles y efectivos;  y ese es el segundo punto de mi artículo: no solo debemos preocuparnos porque las formas se cumplan, sino también por que las formas, por así decirlo, merezcan ser cumplidas, es decir, sean efectivas para canalizar un reclamo. Una sociedad no funciona si no se cumplen ciertas formas de manera general, pero no se puede exigir el cumplimiento de formas inútiles o injustas.

En el caso que planteás, la norma que Parks incumple –una norma que exige que un negro le ceda el asiento a un blanco-- es en sí injusta (de hecho, inconstitucional). Parks no está incumpliendo el derecho. Está incumpliendo una norma que cualquier juez razonable debería considerar inaplicable. No cederle el asiento a una embarazada, al menos en Argentina, sí implica incumplir una norma, por lo que no creo que los dos casos sean asimilables. Incumplir una norma no es, en este caso, la forma que Parks elige para reclamar, sino la sustancia en sí. No es lo mismo cortar una ruta para reclamar que no me cobren una tarifa ilegal por la luz que no pagar la factura.

Pero en realidad la referencia al juez nos obliga a reflexionar sobre otra cuestión, que creo que se acerca bastante a tu preocupación. La regulación de las formas debe ser general e imparcial, pero no por eso impermeable a las excepciones. La pregunta es quién está en condiciones para establecer tales excepciones y en qué marco. ¿El policía que está en la esquina? ¿El intendente? No, ciertamente no. Debe haber una regla general, clara, que funcione bien para la mayoría de los casos (tanto para piquetes justos como injustos) y que sea relativamente fácil de aplicar por quien está en la calle y debe aplicarla. Debe ser un juez quien, luego, decida si corresponde hacer una excepción porque, justamente, se trata de un caso excepcional. Por ejemplo, si cabe aplicar una sanción o no, si hay atenuantes o justificaciones para atender, etc. Me imagino que algunos casos que a vos te preocupan deberían entrar por ahí, y eso, insisto, no es incompatible con el respeto general de las formas que la vida en sociedad requiere.  

Abrazo,

Lucas


Gracias Lucas.

Un abrazo,

Marcelo


Mis buenos amigos Robert Post y Reva Siegel me regalaron este libro durante su visita a Buenos Aires. Es una novela ambientada en los años de la dictadura, y narra la historia de una familia destruida por la desaparición de su hijo.
Por lo que sé, el autor, Nathan Englander nunca estuvo en Argentina, pero su research es más que aceptable (al protagonista le gustan los helados de Freddo, lo secuestran a la salida de un recital de Spinetta, etc).
El relato sabe mantener la tensión hasta el final, que es muy ocurrente.

lunes, 2 de marzo de 2009

Este es el mejor libro que leí en años. El libro explica en profundidad por qué la web es un fenómeno revolucionario. No ahorra detalles técnicos, pero está escrito de manera muy accesible. El punto central es que la nueva economía de la información centrada en la tecnología favorece modos de relación sociales, altruistas, por sobre modos de producción propietaristas. Benkler incluso muestra cómo este nuevo modo de producción es, a veces, más eficiente que el modelo capitalista tradicional. Además el libro desarrolla en profundidad el potencial de la Web para posibilitar democracias más deliberativas y contribuir a mitigar problemas globales como la pobreza y la desigualdad.

Lawrence Lessig, para muchos (y para mí antes de leer La Riqueza de las Redes) el No. 1 en la materia, afirma que Benkler, con este libro, "se ha ubicado como el intelectual líder de la era de la información." Flor de piropo.

Conocí a Yochai en NYU, cuando dirigía el programa doctoral de la Escuela de Derecho. Además de ser un genio, es una persona generosa y simpática, con quien fue un placer trabajar y discutir. Estrella indiscutida, de allí saltó a Yale, y de ahí a Harvard. Lessig también acaba de mudarse a Harvard, así que esperamos grandes cosas de este dúo.

Este libro es La Teoría de la Justicia de la nueva economía de la información. Y puede bajarse gratis de internet, además...
Estupendo libro de Esteban Schmidt, gran valor. Prosa impar, se lee de un tirón. Es divertido leer a alguien con quien se comparten orígenes barriales, militancia, malos tragos, broncas, etc. Hace mil años que no lo veo a Esteban. Ahora me acuerdo una vez que fuimos con amigos comunes a ver a Serrat. Era una fecha patria y antes del show sonó el himno. Todos de pie, menos... Esteban. Yo, que no tengo problemas en cantar el himno en público (hasta diría que me gusta) me quedé sentado también, en solidaridad con Esteban, que no paraba de putear, "Fachos de mierda, la puta que los parió...". Fueron los tres minutos más largos de mi vida.

Lamentable comentario sobre el libro en P12
Es irritante el recurso (neo-Jauretchismo hiper berreta) a descalificar a alguien por ser de clase media o haber nacido en Caballito...