La semana pasada estuve en El Cairo, invitado por el PNUD a discutir sobre las Metas del Milenio, en particular sobre el post-2015. En el año 2000 los jefes de Estado de todo el mundo firmaron la Declaración del Milenio, un conjunto de aspiraciones sobre diferentes temas, que, entre otros, se proponía reducir la pobreza a la mitad para 2015.
Sobre la base de esta declaración, un grupo de expertos elaboró los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La más conocida de estas metas es la 1ª, consistente en reducir a la mitad hacia 2015 la proporción de personas que viven con menos de 1 U$$ (PPP) por día.
Las metas han sido glorificadas por algunos (sobre todo por el mundillo de consultores y expertos que orbitan alrededor del Banco Mundial y la UN) y cuestionadas por otros. Por ejemplo, nuestro amigo Thomas Pogge ha marcado fuertes defectos de las Metas, acá. Pogge explica cómo las metas fueron desdibujando el compriomiso inicial de reducir a la mitad la cantidad de pobres: En primer lugar, se pasó de reducir a la mitad la cantidad de pobres a reducir a la mitad la proporción de pobres. En segundo lugar se retrotrajo el punto de inicio a 1990. Dado que entre 1990 y 2015 la población mundial habrá aumentado en 1500 millones de personas, esto "permite" que cientos de millones de personas adicionales persistan en la pobreza sin que se incumplan las Metas. Además, al poner el inicio en 1990 se da la paradoja de que China cumplió con las metas en 1999, ¡un año antes de la firma de la declaración del Milenio!
Así se cruza una calle en El Cairo
Sakiko Fukuda-Parr propone que se entiendan a las Metas, antes que como una normativa formal, como una narrativa, un marco conceptual. Si esto fuera correcto, entiendo que la narrativa debería ser fuerte y ambiciosa. En particular: Si se fijaran nuevas metas, no sería aceptable repetir algunas fallas de las primeras: i) No se debe prometer lo que habrá de ocurrir de todos modos, ii) no se debe prometer lo que ya se ha cumplido, iii) respecto de la pobreza, el mundo debe comprometerse a erradicarla, ya no resulta aceptable seguir hablando de reducciones parciales. Abolir la pobreza sí es un objetivo para movilizar a la humanidad, y el único compatible con una perspectiva centrada en los derechos humanos, iv) las Metas y objetivos deben asignar responsabilidades. Debemos saber quién se compromete a hacer qué en cuánto tiempo, de manera de asegurar algún rasgo de accountability; v) las eventuales nuevas metas no pueden seguir ocultando bajo la alfombra el problema de la desigualdad, tanto global como nacional, ni la responsabilidad de los países desarrollados en la generación y perpetuación de la pobreza y otras calamidades planetarias.
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