miércoles, 12 de diciembre de 2012


Notas sobre el Día de los DDHH, Comité Nacional UCR, 10/12/12

Hace 30 años, estaba terminando el secundario y entré a la política por la puerta del radicalismo. En un pequeño local en la calle Valle de Caballito, escuche a Roberto Maratea hablarle al General Nicolaides, uno de los dinosaurios de entonces: “General, cuando asuma el próximo presidente radical, preséntese detenido por asesino y por golpista”. Y en tantas esquinas de la ciudad, escuché a Alfonsín sentando las bases éticas de la democracia que venía: Juicio a los asesinos, ratificación del Pacto de San José de Costa Rica, salud y educación para todos. En su gobierno, la política exterior retomó la brújula moral de Yrigoyen: apoyo a la democratización de la región, resistencia al imperialismo norteamericano en América Central, ruptura de relaciones con la Sudáfrica del apartheid (que Menem dejaría sin efecto). Además, se legisló para los DDHH: igualdad de hijos matrimoniales y extramatrimoniales, ley de divorcio, patria potestad compartida (antecedentes de la ley de matrimonio igualitario), etc, etc.

El fundamento de los DDHH es la convicción de que las personas son fines en sí mismos y nunca medios. En palabras de Yrigoyen, “Las personas son sagradas para las personas como los pueblos para los pueblos”. Mucho más que los aparatos y los personalismos, lo que vence al tiempo son los proyectos políticos fundados en raíces éticas.
Los DDHH no son un aspecto más de nuestra doctrina. Ellos enmarcan nuestro proyecto de poder y son el eje vertebrador de nuestras propuestas de políticas públicas.

Hoy, aspiro a que el radicalismo abrace estas causas de DDHH del presente:
Igualdad para las mujeres. Deseo un partido que le reconozca a las mujeres el 50% de los cargos y las candidaturas. Una bandera en particular se destaca, la del derecho al aborto. Partiendo de una gran coincidencia nacional (todos queremos disminuir el número de abortos) un enfoque de DDHH nos pone en claro: que la penalización es un recurso extremo, y que en este caso ha fracasado, y que para disminuir los abortos resultan más eficaces políticas no coercitivas de protección de la vida intrauterina y de la maternidad (protección contra las violaciones, acceso a métodos anticonceptivos, edicación sexual, trámites de adopción más ágiles, etc).

Acceso a la cultura. Seamos el partido que protege el derecho a la cultura digital, reconociendo el inmenso impacto de la web en la cultura popular. Rechacemos el enfoque que extrapola a la propiedad intelectual los mismos modos de protección de la propiedad de bienes físicos. Un primer paso sería despenalizar la bajada de contenidos cuando no existiese ánimo de lucro.  

Educación. Breguemos por un gran impulso federal en dos tramos claves de la formación educativa: la educación incial (entre los 0 y los 4 años) y la universidad, ampliando el acceso a esta entrada a la clase media.

Los DDHH, en conclusion son el marco para nuestra construcción de poder y para nuestras políticas públicas. No alcanza con el legalismo, que es condición necesaria pero no suficiente. Debemos plantear con fuerza nuestra agenda transformadora social, económica y educativa. La bandera de los DDHH nos reclama que como en 1983, seamos antes que nada un movimiento social, de cara a las mujeres, los jóvenes, los estudiantes y los trabajadores.

Y por último, los DDHH exigen una cultura democrática. Para gobernar por los derechos humanos hay que empezar por respetar a los seres humanos, comenzando por los que tienen ideas diferentes a las nuestras. otro. Un adversario no es un enemigo, sino un compatriota que piensa distinto.

El compromiso con los DDHH transformó a la Argentina en 1983. La nueva agenda de los DDHH nos espera, para transformar de nuevo a nuestro partido y a nuestra nación.


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